Crítica del libro “Farándula”
de Marta Sanz
En el libro VII de la República, Platón en un momento de la descripción de su famosísimo “Mito de la caverna” instaba al alma a liberarse
de las “excrecencias plúmbeas” para poder alcanzar la luz.
Excrecencia: abultamiento anormal que
crece en tejidos de animales o vegetales.
Plúmbeo: de plomo, que pesa como el plomo
Muchos diréis, ¡extraña forma de empezar la crónica del libro! Pero es que “Farándula” de Marta Sanz es un
libro que provoca más allá de las historias que cuenta, es un libro que cuenta
una manera de contar.
Hay quien ha escrito que el estilo “acumulativo” de esta autora
a la hora
de describir, de narrar, resta intensidad a lo que describe porque se convierte en algo mecánico….excrecencias
plúmbeas que aburren o distraen al lector, se me ocurrió mientras pensaba en
qué escribir sobre este libro.
El carácter mecánico que se atribuía al despliegue verbal
del libro, me recordó también al estilo del Marqués de Sade cuando describe
escenas sexuales en sus obras, esas escenas donde el amontonamiento de los
cuerpos acaba des-sexualizando al sexo, vaciándolo de deseo.
Que las dos referencias que me vinieron a la mente fuesen estas precisamente, me dió mucho que pensar.
Porque a mi precisamente, lo
que más me ha interesado de este libro ha sido el carácter acumulativo de su
lenguaje.
El alma debe liberarse de todo aquello que le pesa para
alcanzar la luz, dice Platón. En “Farándula” Marta Sanz señala lo que pesa y
hace que sientas su peso, y eso es lo que me parece asombroso de éste libro, la
abrumadora presencia del lenguaje por encima y a veces incluso a pesar de la
trama, la lengua bífida, que lucha contra el verbo deshabitado del mundo
contemporáneo.
Ana Urrutia,
representa a esa lengua espesa, que dice,
porque puede, quiere y debe.
Y ahí está, también, para atestiguarlo ese ojo de lagarto
por el que sigue viendo un cerebro o un alma, como gustemos, que aún no ha
colapsado, que aún no se ha ido, que se resiste a abandonar lo que por otro
lado nunca fue suyo del todo : el escenario.
La anécdota de utilizar la representación de la
representación de “Eva al Desnudo” deja
de serlo cuando entendemos que son dos mundos los que se enfrentan o dos formas
de entender el mundo una en franco declive, la de Valeria Falcón, la de Ana
Urrutia, la de Daniel Valls y la de Lorenzo Lucas y otra la de la estrella
emergente Natalia de Miguel.
Y están todos los que deben estar, Valeria Falcón capaz de
hacer el verbo carne a través de la perfecta dicción, Ana Urrutía, puro teatro, Daniel Valls, un débil mental, como se define a sí mismo en la
novela, y alguien que representa al cine un medio entre otros dos: el del teatro en el que están sus amigos y la
gente a la que admira y el de la televisión con la que no acaba de encajar pero a la
que necesita.
Un personaje el de Daniel Valls que acaba muriendo de
olvido, que por otra parte es de lo que realmente morimos todos, mientras que
el otro varón relevante de la novela, Lorenzo Lucas, acepta y se adapta a la realidad como lo
haría un seguidor de la secta del perro y se acaba casando con el personaje que
representa el momento presente: Natalia de Miguel, la idiota moral.
La catarsis de la novela, es el destello de lucidez y de amargura,
el regusto agrio, el perfil quebrado, el sabor de la venganza poética, el dolor
del cuerpo al chocar contra la acera, esa acera que siempre es la acera equivocada de la calle, el
verbo y la carne que es tiempo que pasa,
el ser y finalmente la nada que le queda al lector al cerrar el libro y comprender
que ha apagado la luz y ha dejado sin función al espejo.
Excelente espectáculo, magistral artificio el de Marta Sanz
en “Farándula”.
Trinidad