La sociedad del cansancio
Byung-Chul-Han
Correr hacia la nada lo más deprisa posible parece ser
nuestro nuevo destino, vender nuestro tiempo de vida, calcular las fracciones
del mismo y su precio. Cambiar tiempo por cosas e ignorar la alienación que esto
supone, no reconocernos como esclavos sino como empresarios del yo.
Aceptar el capitalismo
triunfante como el único sistema posible y el mercado como un ser extraño y misterioso,
dador de bienes y males. Un Dios sin moral alguna.
Sobreabundancia,
sobreproducción, obesidad, hambre, escasez, miseria material y moral, este
panorama es que nos ofrece el capitalismo globalizado y sobre el que nos invita
a reflexionar Byung-Chul-Han en su libro
“La sociedad del cansancio”.
La globalización ha
diluido las identidades, el otro y el nosotros, las diferencias en una
uniformidad mediocre arrolladora, paralizante. Es el triunfo obsceno de la
IN-DIFERENCIA.
En la sociedad del cansancio de Byung-Chul-Han se analiza el
cambio de paradigma que se ha producido en los años finales del s XX y los
primeros de este siglo XXI:
el paso de una sociedad disciplinaria, descrita
magníficamente por Foucault en su obra “Vigilar y Castigar”, a una “sociedad
del rendimiento”.
Ya no necesitamos que
el otro externo nos explote, nos castigue, lo hacemos nosotros voluntariamente
imponiéndonos un régimen severísimo de trabajo, autocontrol y autodisciplina.
Así comprobamos “que la positividad del poder, es mucho más
eficiente que la negatividad del deber” cito al autor.
Podemos hacerlo luego hagámoslo, este es el lema del
emprendedor que tiene que innovar constantemente, competir sobre todo consigo
mismo, estar alerta siempre, en un despliegue de actividad que le lleve hasta
el colapso si es preciso.
El trabajador intenso
y ciego a otras facetas de la vida es elogiado socialmente, como si “ser
trabajador” fuera la virtud humana por excelencia, y lo fuera a cualquier
precio. Ya nadie recuerda al célebre minero soviético Alekséi Grigórievich Stajánov , pero el
estajanovismo está de moda.
Uno se explota a sí mismo, y así llegamos a la cúspide del sueño capitalista: la explotación sin dominio, en la que el
explotador y el explotado son la misma persona. Esto genera una plusvalía mayor
para el capital que los modelos de relaciones de producción de todas sus fases anteriores ya que no asume ningún riesgo y se embolsa sin embargo pingües
beneficios. El precio de este modelo lo sigue asumiendo el mismo, el viejo proletario remasterizado en emprendedor que acaba sucumbiendo a la presión del rendimiento.
El sujeto contemporáneo no se aburre, siempre conectado es
un ser multitareas, incapaz de mantener su atención en un punto por mucho
tiempo, saturado de información, una criatura que se alimenta de fragmentos con
los que construye un discurso superficial, fútil e inauténtico. El perfil del sujeto fácilmente manipulable.
Así la auto-explotación se convierte en el más eficaz de los
medios de explotación porque va acompañada del sentimiento de libertad.
El autor de esta obra insiste en que solo los animales
salvajes son multitareas porque para sobrevivir deben estar siempre en alerta,
mientras que la capacidad de contemplar es lo que nos hace humanos.
En este momento histórico la humanidad está en guerra contra
sí misma. Y lo más preocupante es que va perdiendo la humanidad, se va
desdibujando, desapareciendo, evaporándose lenta pero inexorablemente.
Ante esta trágica situación el autor de este breve, pero
intenso libro de Filosofía reivindica de nuevo la” vita contemplativa” frente a
la “vita activa”.
Nuevos relatos ante la desnarrativizacion del mundo. La
palabra cura, dice el psicoanálisis, y ya no hablamos de lo importante
devorados por lo urgente. Lo triste es
que en fondo siempre subyace lo mismo: el miedo a la muerte, a lo imprevisto, a
lo que no podemos controlar. Ante ese miedo ancestral se reacciona en nuestro
mundo con la histeria del trabajo, el hiperactivismo, la producción
descontrolada y el derroche consumista.
¿Dónde están, la caricia, el silencio, la paz, la
aceptación, la escucha, la plenitud, la contemplación, el descanso, la pereza y la
dignidad?
Hemos encendido un candil en nuestra tertulia y los andamos
buscando.