Seguidores

jueves, 27 de abril de 2017

La Sociedad del Cansancio


La sociedad del cansancio

Byung-Chul-Han

Correr hacia la nada lo más deprisa posible parece ser nuestro nuevo destino, vender nuestro tiempo de vida, calcular las fracciones del mismo y su precio. Cambiar tiempo por cosas e ignorar la alienación que esto supone, no reconocernos como esclavos sino como empresarios del yo.

 Aceptar el capitalismo triunfante como el único sistema posible y el mercado como un ser extraño y misterioso, dador de bienes y males. Un Dios sin moral alguna.

 Sobreabundancia, sobreproducción, obesidad, hambre, escasez, miseria material y moral, este panorama es que nos ofrece el capitalismo globalizado y sobre el que nos invita a reflexionar  Byung-Chul-Han en su libro “La sociedad del cansancio”.

 La globalización ha diluido las identidades, el otro y el nosotros, las diferencias en una uniformidad mediocre arrolladora, paralizante. Es el triunfo obsceno de la IN-DIFERENCIA.

En la sociedad del cansancio de Byung-Chul-Han se analiza el cambio de paradigma que se ha producido en los años finales del s XX y los primeros de este siglo XXI:

el paso de una sociedad disciplinaria, descrita magníficamente por Foucault en su obra “Vigilar y Castigar”, a una “sociedad del rendimiento”.

 Ya no necesitamos que el otro externo nos explote, nos castigue, lo hacemos nosotros voluntariamente imponiéndonos un régimen severísimo de trabajo, autocontrol y autodisciplina.

Así comprobamos “que la positividad del poder, es mucho más eficiente que la negatividad del deber” cito al autor.

Podemos hacerlo luego hagámoslo, este es el lema del emprendedor que tiene que innovar constantemente, competir sobre todo consigo mismo, estar alerta siempre, en un despliegue de actividad que le lleve hasta el colapso si es preciso.

 El trabajador intenso y ciego a otras facetas de la vida es elogiado socialmente, como si “ser trabajador” fuera la virtud humana por excelencia, y lo fuera a cualquier precio. Ya nadie recuerda al célebre minero soviético Alekséi Grigórievich Stajánov , pero el estajanovismo está de moda.

Uno se explota a sí mismo, y así llegamos a la cúspide del sueño capitalista: la explotación sin dominio, en la que el explotador y el explotado son la misma persona. Esto genera una plusvalía mayor para el capital que los modelos de relaciones de producción de todas sus fases anteriores ya que no asume ningún riesgo y se embolsa sin embargo pingües beneficios. El precio de este modelo lo sigue asumiendo el mismo, el viejo proletario remasterizado en emprendedor que acaba sucumbiendo a la presión del rendimiento.

El sujeto contemporáneo no se aburre, siempre conectado es un ser multitareas, incapaz de mantener su atención en un punto por mucho tiempo, saturado de información, una criatura que se alimenta de fragmentos con los que construye un discurso superficial, fútil e inauténtico. El perfil del sujeto fácilmente manipulable.

Así la auto-explotación se convierte en el más eficaz de los medios de explotación porque va acompañada del sentimiento de libertad.

El autor de esta obra insiste en que solo los animales salvajes son multitareas porque para sobrevivir deben estar siempre en alerta, mientras que la capacidad de contemplar es lo que nos hace humanos.

En este momento histórico la humanidad está en guerra contra sí misma. Y lo más preocupante es que va perdiendo la humanidad, se va desdibujando, desapareciendo, evaporándose lenta pero inexorablemente.

Ante esta trágica situación el autor de este breve, pero intenso libro de Filosofía reivindica de nuevo la” vita contemplativa” frente a la “vita activa”.

Nuevos relatos ante la desnarrativizacion del mundo. La palabra cura, dice el psicoanálisis, y ya no hablamos de lo importante devorados por lo urgente.  Lo triste es que en fondo siempre subyace lo mismo: el miedo a la muerte, a lo imprevisto, a lo que no podemos controlar. Ante ese miedo ancestral se reacciona en nuestro mundo con la histeria del trabajo, el hiperactivismo, la producción descontrolada y el derroche consumista.

¿Dónde están, la caricia, el silencio, la paz, la aceptación, la escucha, la plenitud, la contemplación, el descanso, la pereza y la dignidad?

Hemos encendido un candil en nuestra tertulia y los andamos buscando.